uñas_rojas

Yo me mimo mucho

***Para escribir este artículo me fue fundamental pintarme las uñas de rojo.

 

Escribo este artículo a sabiendas que solo lo van a leer unas pocas personas. A la vez sabiendo que esas personas que lo lean lo necesitan. Si has escuchado mil veces esta frase y nunca te ha calado suficiente, es que no sabes cuánto necesitas mimarte.

A veces ponemos demasiada responsabilidad en los demás. Exigimos los mimos de nuestro compañero o amigos. Pero eso es dejar en manos de los demás nuestro propio bienestar.

No quiero que este post se convierta en algo que te incite a consumir. No quiero que salgas a comprar eso que no necesitas para nada. No te incito a que te vayas a ver una película al cine. Quiero que hagas algo más íntimo, quiero que te mimes de verdad, sin las presiones de la economía de consumo.

Quiero que seas capaz de estar sentada en el sofá escuchando música con unos cascos mientras los niños se divierten. Sin problemas ni culpas. Sin acordarte de la montaña de ropa que tienes por lavar. Porque yo te aseguro que no lo hago. Y me han criticado mucho por no hacerlo. Porque mi casa, señores, no está tan limpia y ordenada como debería y sinceramente no me importa. Lo que me importa es que sea agradable para estar y cómoda para desfrutarla en compañía de mi tribu. Punto.

Quiero que seas capaz de mirarte al espejo y gustarte. Que te rías de esos pelos con los que te despiertas por la mañana. Que no te veas fea cuando miras tu cara ojerosa porque ayer no descansaste como deberías. Que te mimes durmiendo temprano, lavándote la cara con agua templada. Que te duches con ese gel que huele tan bien y que tanto te guste y que termines con aceite bien suave por todo tu cuerpo.

Quiero que aprendas a acariciarte. Acaríciate con no solo con tus manos, sino con tus palabras. Aprende que las palabras son un bisturí que puede cortar y malograr tu autoestima. Yo me abrazo, me acaricio, me quiero con palabras y hechos. No dejo que me hagan daño, aunque signifique dejar atrás viejos hábitos.

Quiero que comas bien y te muevas. Pero no por adelgazar o por verte bonita, sino porque te gusta y te divierte. Porque nada es mejor que divertirse metida en la cocina o poniéndose las zapas y saliendo a correr. Quiero que las pisadas se conviertan en tu bálsamo más sagrado. Quiero que la comida te nutra, no solo te satisfaga.

Quiero que te protejas. Eres sagrada, eres divina y eres poderosa. Y no quiero que nadie te haga daño. Portégete de todos aquellos que no te quieren bien. Aleja a aquellos que les da igual hacerte daño. Y me da igual qué relación te une con ellos.

Quiero que confíes en ti. Tú tienes intuición poderosa y derecho a decidir. A contar y a decidir qué es lo que quieres en tu vida. Quiero que dejes de pedir consejo a quien poco puede aportar. Confía en la sabiduría que tú tienes y verás como brota y se engrandece. Cuando tengas una duda cierra los ojos, respira y pregunta a tu corazón.

Quiero que sonrías. Da luz a tu cara enseñando esa bonita sonrisa. Pero también quiero que llores si quieres llorar. No hay nada más estúpido que contenerse. ¿Quién se ha inventado que tengamos que ser contenidos en nuestras emociones? Porque yo he salido a correr y he llegado a casa llorando todo lo que necesitaba por años llorar y contenía. Y me da lo mismo cruzarme con personas que me vean llorar. Porque el llanto es mío. Y de la misma manera que les regalo mi sonrisa, necesito descargar la emoción que llevo dentro por años y generaciones contenida.

Y quiero que sepas que no hay una solución, que hay múltiples soluciones. Te aseguro que vas a salir de esta y de muchas otras. De la misma manera que has salido de otras mil. Tienes obligatoriamente que crear movimiento a través de la generosidad. Te aseguro que vas a conseguir mil veces más que lamentándote en un sofá.

Mímate porque lo mereces y porque nadie lo va a hacer mejor que tú. No esperes a nadie que venga a recomponer los trocitos que a veces quedan de ti. Tú puedes hacerlo. Elije conscientemente recomponerte tú y que los compañeros de vida vengan a sumar.

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