eva gonzalez mariscal

Cómo hablar a mi hijo de su padre, como madre separada

Cinco años va a hacer que me separé. Una separación que no ha sido fácil, con una relación que no ha mejorado significativamente estos años. Ha tenido sus más y sus menos, y que ahora está en un momento ni bueno ni malo. Está parada, ahí anclada, sin más.

Mi hijo tiene diez años y es extraordinariamente receptivo. Es consciente de los momentos que estamos mejor o peor en la relación. Y desgraciadamente para mi hijo, he tenido que aprender sobre la marcha, cómo hacerlo lo mejor posible.

Mis padres también están separados, pero no es lo mismo vivirlo como hijo que como madre. En una separación difícil, no es todo tan racional como nos gustaría. Durante el primer año de separación, parece que te hayan forzado a subir en una montaña rusa emocional y no sepas cuando va a parar de dar vueltas.

Obviamente, si yo volviera atrás al momento que me separé, con todo lo que sé ahora, haría las cosas completamente diferentes. No considero que las hiciera, ni mal ni bien. Las hice como pude, dentro de que estaba en un momento peculiar, difícil y extraño. Yo hasta entonces había tenido una vida bastante buena en todos los sentidos. Buenos padres, buenos trabajos y había hecho con mi vida lo que siempre había querido. Y de momento, por primera vez en mi vida, todo parecía ir mal.

Pero sin embargo siempre mantuve la premisa de que no podía hablar mal a mi hijo de su padre. Casi que más que por él, lo recuerdo como una visión muy concreta: no quería que mi hijo adulto recordara a una madre que le hablaba mal de su padre. Y eso me mantuvo con una ancla en las peores tormentas.

Otro de mis errores que no supe hasta después, fue confundir a mi hijo con los roles que teníamos su padre y yo. Mi hijo entendía el rol de que sus padres eran amigos o no amigos. Y hace poco comprendí, que mi hijo tenía que separar los roles de amigos o no amigos, a uno permanente: tus padres siempre van a ser tus padres, se lleven mejor o se lleven peor, siempre van a hacer lo mejor para ti. Tus padres no son amigos, no son enemigos. Son papás que se llevan hoy bien y mañana mal. Pero que por encima de todo eso, tienen su rol de padres.

Trato de que mi hijo entienda que su padre es una persona con sus acierto y errores, haciendo siempre lo que cree mejor para él. Exactamente del mismo modo que lo hace su madre. A veces pienso que su padre se equivoca, pero lo pienso yo. A él trato de transmitirle que pese a que fuera verdad que se equivoca, lo está tratando de hacer siempre lo mejor que sabe y que puede. Y que desde luego todos nos podemos equivocar, que el error es parte de la vida también. Y que yo también me equivocaré muchas veces. Las decisiones se toman dentro de un marco temporal, con lo que sabemos, nuestra experiencia y nuestra información. Pero el amor desde que se toman es exactamente el mismo siempre.

Hay dos razones por las que intento que mi hijo sienta que su padre es valorado en esta casa. La primera es para que él se sienta seguro. Que viva seguro que tiene el amor incondicional de sus dos padres. Y la segunda por mí, porque quiero que mi hijo viva con el recuerdo de que su madre tenía en buena estima el papel de su padre, como padre. Yo sé lo importante que eso es, porque lo he vivido en mi propia piel, como hija de padres separados.

¿Lo he hecho bien siempre? No. Si me lees como madre separada, quiero que sepas que no siempre lo he hecho bien ¡Ojalá hubiera hecho todo con la perfección que lo escribo! Me he equivocado en lo que decía y cómo lo decía muchas veces. Sobre todo al principio, que todo se hace mucho más complicado y estás en medio de un torbellino emocional.

Ahora reflexiono mucho más antes de hablar. Y me he fijado el objetivo. Visualizo a mi hijo de adulto pensando que su madre reconocía en su padre, a un padre estupendo que lo quería y que intentaba hacerlo lo mejor que podía. Pero que ambos eran personas y se equivocaban.

Una de las emociones que menos educamos hoy en día, es la compasión. Quiero que mi hijo sea capaz de entender los errores de los demás desde la humanidad y la compasión. Muchos adultos aún no han sido capaces de admitir que sus padres eran personas humanas, que podían pasarlo mal y que lo hicieron lo mejor que pudieron «pobrecito mi padre/madre que seguro que intentó hacerlo lo mejor que pudo, y no fue capaz». Por supuesto que no hablo de casos de maltrato, sino de un trato normal de padres e hijos. Es que es normal que nos equivoquemos.

Y esa misma emoción de sobreexigencia con los demás, las llevamos luego a nosotros mismos y la sentimos igual. En lugar de compadecernos de nosotros mismos, por las veces que quizás lo hicimos mal porque no supimos hacerlo de otro modo.

Yo estoy segura que una madre separada que entre a leer este artículo, tú misma, puedes pensar lo mismo que pensaba yo cuando leía estos consejos «ojalá yo lo hubiera hecho, o hubiera sabido enfocarlo así». Con la compasión he aprendido a ver que siempre lo hice lo mejor que pude, y que mejorarlo cuando tenemos otro enfoque mejor, nos ayuda a ser más felices y hacer felices a los demás.

Pasarán los años y tendremos a un hijo adulto. De hecho seremos padres de hijos adultos, mucho más tiempo que de hijos pequeños. Y tendremos que revisar nuestras conversaciones con ellos. Para eso necesitaremos que tengan confianza y mucho amor con nosotros. Y estamos trabajando para que esa relación con hijos adultos sea la mejor posible.

Para mí, tener en un futuro una relación con mi hijo adulto maravillosa, es mi objetivo en la educación y la convivencia que tengo con él. Me importa eso mucho más que ninguna otra cosa con respecto a él. Y ese es mi faro cuando todo se hace un poco complicado. ¿Qué relación quiero que mi hijo tenga conmigo cuando sea adulto? porque siempre seré su madre. Y su padre, siempre será su padre.

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