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No esperes a que te apetezca

Mi única manera de salir del bloqueo de «no conseguir lo que quiero en la vida» es no esperar a que me apetezca.
A los quince años tocar el piano me apasionaba. Me encantaba. Era mi refugio, formaba parte de mi identidad y además se me daba bien. Tenía mucha facilidad. Pero mis manos son muy pequeñas, siempre he echado la culpa de tener las manos pequeñas a mi elevado nivel de progesterona en el cuerpo que me hace tener algunos rasgos marcadamente femeninos.
Pero la cuestión es que uno de los ejercicios dolía mucho, que era para que la mano se abriera más. No era tocando el piano, era una especie de masaje doloroso en las manos para que pudiera ampliar la escala a la que mis manos llegaran. Todo el mundo sabe que las manos grandes siempre se le han llamado de pianistas. Y obviamente con las manos pequeñas habría partituras que no podría tocar tan cual habían sido escritas. Obviamente podría modificarlas, que sonaran parecido, hacer arreglos fabulosos. Pero ese ere un límite que existía, era real y estaba ahí.
Tampoco me preocupaba gran cosa, porque era más amante de la improvisación que de la perfección técnica. Es otro camino donde podía explotar mis cualidades.
También estaba la repetición de las escalas que las odiaba. Los autores que detestaba, y los que me deprimian. Y esas piezas con pequeños fallos técnicos que eran eternas y repetitivas. Pero persistía en mi empeño. Pasaba horas, como todo el mundo.
Y no, no me apetecía muchas veces ponerme a tocar. Sobre todo si tenía que hacer escalas o volvía a tener que tocar piezas completamente insufribles para mí.
Pero mi percepción era que no tenía tiempo para tocar. Y sí, seguro que tenía tiempo, en lugar de otras cosas de tocar el piano.
La gente hace eso generalmente. Me dicen que quieren, por ejemplo, tomar el hábito de hacer una rutina de ejercicio en casa. Empieza supermotivada y esa motivación se esfuma al segundo día. Y empiezan a «no tener tiempo» para hacer la rutina. Y se quedan tan tranquilos.
Que se convierta en un hábito consigue que tu cuerpo desee hacer eso. Porque el hábito y la rutina, además de conseguir endorfinas en el deporte o evasión mental, genera seguridad en la vida. Y los humanos somos animales muy necesitados de seguridad.
Pero qué pasa: que no tenemos suficiente «fuerza de voluntad» para convertir las acciones en hábito. O le llamamos motivación.
En cualquier caso, la única cosa que te va a cambiar es la mentalidad.
Tomar conciencia que lo que vas a hacer, independientemente de que te apetezca, lo haces y punto.
Y que esa es la forma de conseguir salir del bucle de «no hacer».
Y así con cualquier hábito que quieras tener o cualquiera que quieras abandonar.
¿Que quieres hacer a partir de ahora?
Pues hazlo, no hay excusa.
No esperes a que te apetezca.

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