feurte

Admito que soy fuerte

Estoy segura que me hubiera ido mejor en la vida como una persona fuerte. En mi sitio siempre. Sin dejar que nadie me pisoteara. En lugar de callando por no liarla. Manteniendo la compostura.

Recuerdo en el instituto, y más adelante en otros foros, cuando había que quedar mal con alguien (por ejemplo al crear grupos de trabajo) preferían quedar mal conmigo que hacerlo con otras personas. Normalmente era más sencillo incluir a aquellas personas que no mantenían la compostura e iban a protestar. Conmigo se ahorraban eso porque no discutía.

La mayoría de veces que alguien trata de discutir conmigo no respondo. Me quedo quieta como latente.

Y sé que en gran parte es fruto de la educación sobrepasada a voces que tuve de mi madre. Porque no había defensa nunca posible. Si tratabas de enfrentarte a ella, esta discusión podía tener peores repercusiones. Me generó una indefensión aprendida que arrastré durante años. Algo que me hizo vulnerable a abusos de todo tipo de adulta. Por eso cuido muchísimo la educación que le doy a mi hijo, tan parecido de caracter al mío.

Hay una enorme diferencia entre agresividad y fortaleza. Una madre fuerte hace hijos fuertes y seguros. Una madre respetuosa genera hijos que la respetan. Y es cierto que yo tengo que hacer un enorme esfuerzo para sobreponerme a mi aprendizaje y ser más respetuosa y más fuerte.

Pero esto de ser fuerte se hizo vital en mi último año.

Y no es fácil, porque he tenido que decostruirme entera. Dejar una parte blandita, muy blanda. He tenido que tomar consciencia de la voz interior que todos mis años de educación había generado, con parte de mi familia y con mi ex, de crítica constante a todo. De desánimo constante cuando trataba de hacer cosas diferentes. Claro que después todo el mundo te adulaba cuando lo conseguías. Pero incluso así hay quien de mi propia familia puso en duda lo que hacía, y decía que había sido casualidad.

La invalidación constante de logros. Daba igual aquello que consiguieras nunca era suficiente. Y así lo sentía a cada paso.

Lo que pasa es que llega el momento en que tienes que desprenderte de la piel de hija y ponerte la piel de madre. Dejas a la niña atrás para que gane el espacio la mujer guerrera, luchadora, fuerte, capaz, disciplinada. La mujer que se esfuerza, que controla, que sabe lo que quiere, que se enfada, que se involucra.

Y ahora veo a esas mujeres en pieles de niña y me dan unas ganas infinitas de arrancarles esa armadura que les impide afrontar el mundo cuerpo a cuerpo. Lo que les deja sin capacidad para disfrutar de ganarse todo lo que quieren con su creatividad y su esfuerzo. La que las invalida para llevar a su sentir de mujer a vivir lo que quieren sin miedos.

Me encantaría ponerlas una a una en mi tribu y protegerlas. Decirles que sí que hay gente mala, y mentirosa, y tremendamente cruel. También las hay tremendamente estúpidas. Y las hay dañinas exclusivamente porque no tienen otra cosa que ofrecer al mundo. Me gustaría explicarles que equilibren a sus mujeres dentro. Que ser buena no es ser tonta. No es dar más. No es en ningún caso quedarse calladas.

Que perderán tantas veces como puedan ganar y aprenderán a tomar cada vez mejores decisiones decidiendo.

Para ser fuertes no hay que estar solas, sino junto a las personas adecuadas. Que no tienen que ser las que te pusieron cerca, ni tu familia.

Yo soy generosa. Soy de las que si hace falta te da los resursos a su alcance. He pasado horas escribiendo para mujeres. He puesto años enteros de conocimientos accesible. Trabajo cada día más por misión que por dinero y aún así he ganado mucho haciendo lo que hago. Soy buena en esencia. Y me da rabia que no haya sido capaz de ver que se puede dar más siendo fuerte que débil.

He tenido que pasar por una separacion horrible, una persona que me insultaba a diario en vídeos y blogs de Internet. He tenido que ver a gente mala, mentirosa, deshonesta y con real interés en hacer daño y engañar. En salirse con la suya… Por una enfermedad que me invalidó mentalmente durante semanas y me hizo complicada la vuelta. Por caída de apoyos que eran importantes en mi vida. Mi derrumbe con mi familia de origen. La desaprobación constante de mi entorno. Todo eso para darme cuenta que tenía que fortalecerme.

Y lo que era más importante: Tenía que validarme a mí misma. Tenía que aprobarme a mí misma.

Aún así era incapaz de enfrentarme a quien me insultaba, a quien me humillaba.

«Sé una señora» me decían. Y un día te cansas de serlo.

¿A quién protegerás si no eres capaz de protegerte a ti misma?

Pero es que sólo siendo fuerte puedo ayudarme y ayudarlas del modo que me necesito y me necesitan.

Quien no vivió lo difícil, no sabe ponerse en el lugar. Da consejos llamos, sin profundidad. No te vas a defender siempre quedándote arrinconada, siendo «asertivo», dando vueltas a la situación sin enfrentarla.

La fortaleza se trabaja enfrentando a aquellos que te hacen daño y te van robando parte de la libertad cada día.

Hoy estoy en uno de esos días que me arrepiento de no haber hecho más de lo hecho y enfrentado más de lo que hice. Demasiado suave.

Y por eso me quité el disfraz de niña. Quizás tiene que ver con que ahora voy a tener una niña. Porque entiendo la importancia de ver en su madre una mujer fuerte. Porque nunca debí cambiarme de acera al ver a personas que merecían miradas de desprecio. Nunca debí evitar esas calles. Nunca debía callarme. Nunca.

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