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Mi hijo, mi tribu, mi centro

Yo tengo una niña herida que me impide estar en mi centro de vida. He pasado a ratos por cordura y por locura, a veces, a ratos… Solo a veces, quieres tanto cambiar algo, agarrar algo, que traspasas los límites de la cordura. Lo he vivido y lo he visto demasiadas veces. Mujeres en su mayoría con un mundo emocional increíble e inmenso pasando por zonas límites que forman parte de su alma herida. Niña herida.

Momentos en que darías todo por un abrazo. Un abrazo de esos que te meten dentro del alma en calma de la persona que te ofrece su refugio. Y es que estoy segura que cuando lloramos no lo hacemos en el presente, sino que lloramos todo lo que no pudimos llorar en su momento. Por eso me siento a veces como un río que se desborda.

Yo, mujer, soy como agua que fluye como el agua del río. Mi hijo, mi compañero, mi tribu las orillas que me ayudan a fluir sin inundar. Mi pequeño, mi compañero, mi familia, mis amigos, mi familia virtual, mi compleja red de personas con presencia real aunque sea a través de la red. Pero que están ahí. Se sienten ahí.

Valientes.

Se necesitan personas valientes para estar a tu lado. Y yo necesito ser orilla de la vida de mi hijo, compañeros, familias y amigos, para que puedan fluir igualmente por la vida. Porque nos necesitamos, todos. Porque crecer no significa dejar de necesitar, sino hacerlo de otra manera.

No me fío de los cobardes. Esos son los que me han mentido. Los que han inventado una vida que no era real. Esos que aparentan fortaleza, cordura, madurez… De esos no te fíes. Si alguien es un cobarde acabará dañándote.

Si eres cobarde serás peligroso. Alguien cobarde se ve facilmente acorralado, y hará lo que sea, sí, lo que sea por salir de esa situación. Te mentirá, te empujará, te lanzará la culpa de todo. No te fies de los cobardes.

Porque las verdades duelen, pero la mentira te hace sufrir, nunca confies en cobardes. Aléjate de quien te cuenta mentiras.

Mi centro

Quiero ser río, con orillas ciertas para circular por la vida. Quiero ser orilla para que circules por la tuya sin tener que preocuparte. Quiero siempre poder volver a mi cauce y llegar al mar donde fundirme con tantas almas. Mi centro. Mi vida.

Vivimos intentando centrar, estar en calma. Fundir el mundo emocional y el racional. El del cuerpo y el espíritu. Vivir, vivir en paz, en el centro.

Porque cuando vives en el centro, no importa quien tenga la razón. Es paz. Es libertad. Es ir al ritmo que cada uno necesita. Es dejar que todo sea como debe ser. Es entender que entra en tu vida quien debe entrar, en el momento que necesita hacerlo. Es confianza. Es verdad. Es disfrute. Es, siplemente, lo que debe ser.

Quiero estar en el centro. En los movimientos pendulares de mi vida quiero volver al centro. A mi centro. A mi corazón, mi alma, mi vida, mi confianza plena. Consciente. Aquí y ahora, no más.

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Y cuando me desborde

Quiero poder abrazarme y volver. O que me abraces con esos brazo pequeñitos y volver. O que me abraces tan fuerte como tu eres y me envuelvas en ello y volver. O que me abraces con todo tu poder de mujer y volver. O que me abraces aunque lleves años sin verme y volver. O que me abraces desde lejos con una caricia en forma de palabras y volver.

Y cuando te desbordes estaré aquí, en mi centro, para devolverte al tuyo.

Porque quien no ha pasado por ser agua, salir del camino, ha pasado de puntillas por la vida. No ha pasado nada.

 

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