Qué recuerdo estamos creando las madres de nuestra generación

mario y luigi

 

«Todo el día con el móvil»

Mi hijo no me dice exactamente eso porque me ve más tiempo con el ordenador que con el móvil, y la mayoría del tiempo trabajando. Cuando voy al parque aprovecho para llevar el ebook, dispositivo que él conoce.

Pero siempre que voy al parque, o cualquier lugar similar, veo a un montón de madres y de padres enganchados al móvil permanentemente. La frase que puse arriba no es de mi hijo, sino que es un comentario jocoso que veo en Twitter casi todos los días. Madres que dicen como «lo más moderno del mundo» que sus hijos les indican que dejen el móvil un rato y les presten atención.

Yo tengo recuerdos de mi madre estudiando en una habitación alejada de mi área de juego, o yendo a la UNED los jueves por la tarde. Recuerdo ese día porque echaban Los Simpson por televisión a horas que yo estaría acostaba si no fuera porque mi querida cuidadora, Carmen, me dejaba verlo ese día después de cenar a las siete de la tarde.

Para mí fue un ejemplo que mi madre estudiara. No recuerdo echarla de menos en mis juegos, seguramente porque mi mundo de fantasía no estaba preparado para adultos. No echaba de menos que mi madre jugara conmigo. Si la recuerdo en la playa bañándose y cuando le daba ocasionalmente por enseñarnos algo con ninguna paciencia. Es un rasgo que la caracteriza. Era en la familia la que imponía disciplina.

De mi padre sí tengo más recuerdos enseñandome a jugar al ajedrez (mi madre me dijo ayer que ella no sabía), llevándome de pesca, dejandome contar leucocitos en el microscopio de su laboratorio, o pintando al ajedrez. También lo recuerdo estudiando mucho, pero supongo que tenía muchos más hobbys que mi madre y me involucraba en ellos en el tiempo que no tenía amigos para irme al parque por algún virus ocasional. También enseñandome a conducir por el campo o obligándome a ver La Guerra de las Galaxias o a programar el juego del gusano en el ordenador (cosa que nunca funcionó)

Mi padre tenía mucha más paciencia que mi madre. Pero en todo caso yo prefería hacer el loco con mis amigos poniendo nuestras vidas en riesgo haciendo columpios imposibles en vigas de madera podrida.

La cuestión es que hay estudios en Estados Unidos que relacionan los problemas de los niños con la falta de recuerdos agradables con sus padres. Básicamente porque no hay recuerdos. Padres demasiado ocupados, y por desgracia no exactamente en el trabajo, sino en la tecnología. Sin ganas de generar recuerdos.

Mis padres no eran especialmente constantes en ninguna actividad. Eran esporádicas la mayoría de ellas. Pero me acuerdo de muchas de estas cosas y para mí son un ejemplo.

Yo carezco de la paciencia de mi padre y de la disciplina de mi madre. No tengo constancia en las actividades, pero trato de involucrar a mi hijo en mis hobbys, no ha crearlos para él. Yo entiendo que mi hijo, al igual que yo, tiene que crear su mundo de fantasía, no crearla a través de la mirada de un adulto.

Eso no impide que algunas noches de verano, con una linterna en la mano vayamos a cazar duendes a las doce de la noche. O que los días que su padre está de viaje nos veamos películas de dibujos hasta las tantas. O que alguna vez me ponga a hacer ejercicio en la Wii o me lo lleve a correr en mis recientes entrenamientos. O que lo ponga a trabajar haciendo packaking para envíos. Y a veces nos pongamos a ver documentales sobre el embarazo, gracias a lo cual ve espermatozoides en todos los cuadros de Dalí.

Me gusta crear momentos especiales y atípicos. La caza de duendes es indispensable para ello. Pero no me veo como compañera de juegos de mi hijo. Él debe jugar con iguales. Lo que quiero es confluir entre su mundo y el mío. Que sepa qué hago y que en algún momento me considere un ejemplo.

No tengo capacidad moral para decirle a mi hijo que deje la tablet, cuando mi modo de informarme y estar informada del mundo es un ordenador. Me parece cínico esos padres que rechazan la tecnología para sus hijos cuando hacen un uso abusivo de ella en su día a día. En realidad los hijos son nada de lo que le decimos, y un todo de lo que hacemos.

 

 

 

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