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Establecer límites de tiempo de pantallas con tus hijos, no es tan importante.

Este es uno de los grandes temas de los padres de hoy en día. Y los que más me preguntan cuando imparto charlas sobre estas y otras cuestiones de tecnologías y menores. Y la verdad es que aunque sea una cuestión relevante, para mí no es esencial.

Los padres hay dos grandes problemas que creen tener que eliminar. El primero de ellos es lo que denominan «adicción a las pantallas», que es por el que tienen tantísimo interés en determinar los tiempos con la pantalla, como si evitar sobrepasar ciertas horas eliminara la adicción. Cuando la realidad es que la adicción tiene mucho que ver con los rasgos de personalidad del hijo, y con la cantidad de «factores protectores» que eviten el riesgo.

Se da por tanto la circunstancias de padres que quieren evitar la adicción. Tienen muchísima intención de hacerlo. Pero la realidad es que no conocen cómo hacerlo y además lo que hacen, es contrapreventivo. Es decir, que la intención la tienen toda, la mejor de todas. Pero no los conocimientos, no las herramientas y por tanto el resultado no es directo.

La realidad es que con quince minutos diarios jugando a Fortnite podrían tener una adicción. Pero también navegar diez minutos y entrar casualmente en un sitio de apuestas pueden generar una adicción.

Y además de esto se da la paradoja de que los padres que creen estar protegiendo más a sus hijos, haciendo que accedan poco tiempo a Internet, están generando un ambiente en casa que es contraproducente para afrontar el riesgo que tienen los niños y a futuro los adolescentes. Porque se alejan de ellos y de sus intereses, generan un ambiente de tensión y de desconfianza mutua, y en muchas ocasiones en ambientes restrictivos los niños aprenden comportamientos aún más disfuncionales para acceder a Internet. Y además activan los circuitos de recompensa con ello, que son los que a futuro generan una adicción peor. Porque la adicción como todo, tiene dimensiones diferentes y sobre todo tiene distintos niveles de perjuicio.

Esto lo podrás entender con un ejemplo. Hoy en día, casi cualquier adulto es adicto al móvil. En cuanto notan que no llevan el móvil encima empiezan a sentir ansiedad y palpitaciones. Y a muchos adolescentes, sobre todo niñas (la forma de vivir internet en niños y niñas son diferentes), les genera ansiedad no escuchar las notificaciones de sus amigos, o que se les caiga WhatsApp.

Pero esa adicción no tiene ni la dimensión, ni la problemática que tienen los adolescentes que tienen los que acaban apostando en Interenet, o los que acaban jugando por las noches cuando sus padres duermen para que nadie les prohíba jugar.

Son cosas completamente diferentes, y sintiéndolo mucho, prácticamente inevitables a través del control del tiempo de pantalla. Ese tiempo tiene más que atenderse, por el propio bienestar, que por la posible adicción a futuro que está determinada por muchísimas circunstancias.

Pero cuando el ambiente en casa, por este problema empieza a enrarecerse, aparecen otros problemas mayores. Puede ser que empiecen a tener otras conductas de riesgo con relaciones a distancias, exposiciones a materiales que no deberían ver y es algo que tampoco vamos a controlar al cien por cien. Es más, un niño y un adolescente se va a equivocar y va a ser imprudente en algún momento.

Para cada riesgo que puedan tener, hay un factor que va a hacer que esté más protegido, por ejemplo la supervisión, por eso es tan importante el control parental. Por otra parte la confianza que tengan en nosotros para contar que se han equivocado, y puedan pedir ayuda sin que tengan miedo a una represalia, la principal que temen la mayoría es que les quiten el acceso.

Prohibir no es la solución. Lo importante es permanecer cerca de ellos, física y psicológicamente, acompañarlos, respetarlos, no ser amenazantes, ser la persona a la que pedir ayuda si encuentran un riesgo, ser capaces de enseñarles los riesgos que hay, vigilar y que no se sientan solos. Todo esto es mucho más importante que el tiempo que estén o no delante de una pantalla.

Por supuesto, si un niño está delante de una pantalla todo el día, podemos gestionarlo. Porque su niñez es única y tienen que hacer más cosas para estimular sus capacidad, para que sean más felices, para que estén más sanos y para que de adultos tengan más herramientas.

Pero sin duda lo fundamental es estar, y estar cerca. Acompañando. Y generando una relación de confianza.

En mi opinión, el tiempo que pasen con las pantallas no es importante. Lo que sí es importante es la relación que construimos en nuestra familia, con nuestros hijos, y a futuro cuántos factores de protección esa realación ofrece para minimizar los riesgos. Y que cuando el riesgo se de lo hayamos detectado pronto y seamos capaces de adaptarnos y solucionar la problemática, para que ellos crezcan protegidos pero resilientes.

No les podemos evitar todos los riesgos, y es posible que hacerlo lo ponga en un mayor riesgo. Por eso es importante invertir en nosotros y nuestros hijos para crear relaciones constructivas desde la familia.

Siempre vemos cómo invertir en nuestros hijos, llevándolos fuera a modo de extraescolares o experiencias con terceros. Y pocos invierten en la propia familia, para subir en nivel dentro de la misma. Donde pueden mejorar muchas competencias en un entorno seguros y con afecto. Esto sí que los protege en un futuro y aumenta su éxito en la vida adulta.

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