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La resiliencia después del divorcio con hijos

Un divorcio con hijos es muy probable que sea una experiencia realmente estresante. Yo no he sufrido tan altos niveles de estrés y ansiedad en mi vida como en mi separación. Sobre todo los primeros días.

Mis niveles de estrés eran tan grandes que llegué a pensar que lo que me pasaba debía ser algo que requeriría años de terapia. E incluso pensé que pudiera estar pasando por algún tipo de transtorno más grave, y hasta tratarme por ello. Cuando realmente se supo que lo único que sufría era un cuadro de muchísima ansiedad y estrés. Por suerte superado.

Igual de estrés que supone para mí supuso para mi hijo. Muchos cambios y muy malas experiencias ya pasadas, pero que se alargaron años. Y que por fin decidí dar carpetazo tras mi juicio de custodia en Enero.

«La resiliencia tiene dos niveles. La primera que es básica, la que usamos todos ante el día a día para afrontar pequeños obstáculos. Como cuando no nos arranca el coche por la mañana, por ejemplo. Y la resiliencia secundaria, que es la que se pone en marcha cuando ocurre un hecho perturbador y traumático. Esta última se puede poner en marcha si la persona tiene un entorno de solidaridad y amor» me contó Carola lópez, fundadora del instituto magnolia

A veces además esos estados de ansiedad se acrecientan.

«El termino resiliencia proviene de la palabra resistencia y concretamente de las propiedades de los materiales resistentes. La goma vuelve a su forma después de un impacto. El proceso psicológico sería todo lo que abarca desde recibir el impacto hasta recuperar la forma o incluso salir más fortalecido.

La resiliencia también te lleva a darte cuenta de un propósito vital, buscarle un sentido a lo que nos ha pasado, pero activamente, no es nada místico, sino preguntarnos ¿Qué he aprendido y qué puedo yo aportar al mundo con lo que sé después de esta experiencia?

Los abandonos afectivos, las rupturas, son una fuente de estrés muy grande. La resiliencia es el proceso por la que llegamos a una adaptación positiva después de un hecho perturbador o traumático.

Este hecho es una oportunidad de crecimiento porque su intensidad va a hacer que afloren muchos sistemas de creencias y valores que en ese momento son rígidos y nos impide adaptarnos.

Por eso hacer introspección, expresar nuestras emociones y validarlas nos ayuda al proceso de resiliencia.

Cuando es la familia la que se rompe se revisan las relaciones de dependencia con la pareja, las formas educativas con los hijos, las normas implícitas que existen en relación a lo que está permitido o no expresar…

Para recuperarnos nos damos cuenta de que tenemos que ser más flexibles, la familia ya no es la tradicional sino que es polinuclear, como tú dices en tus post. Y está bien así. Sin juicios ni exigencias sociales.

Seguramente habrá muchos mandatos sociales y de tu familia de origen que habrás revisado. Algunas nos viene bien y otras las desechamos total o parcialmente.»

Así estoy Carola, revisando mis valores, mis mandatos sociales y familiares. Los he tirado a la papelera y me he hecho con otros nuevos. Gracias.

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