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Lo que mi hija piensa del BLW (y cómo hace lo que quiere)

Desde los seis meses, o quizás antes, Tilde comenzó a comer sólidos. Frente a los miedos del entorno, abuelos y demás, la niña demostró que era feliz comiendo sólido y además no se atragantaba. Por esa parte todo bien.

Os cuento que Tilde que ahora tiene dos años y medio y sigue tomando pecho, me ha salido «de mal comer» y que pasa de la comida en general. Ya sea sólida, líquida o gaseosa. Y sólo se ve tentada a comer las chuches que ve pasear a los mayores de la casa.

Sólo mi madre es capaz de hacerla comer decentemente y las abuelas, ya se saben, son de purés, que eso tiene de todo.

Según me cuentan, en la guarde comen de todo. Come fruta entera, comida sin triturar y no hacen ningún asco a cualquier comida. Pero en casa la cosa cambia. Si no le apetece comer tira el plato, dice «no gusta», escupe y grita como si la persiguiera una manada de tiranosaurios.

En casa no come nada que no sea potito y petit. Nada. Ni de todas las manera que he probado. Al rato empieza a pedir teta.

Hace solo unos días conseguimos que tome algo más de leche por la noche para que no tenga tanto despertar. Antes le acercaba la leche, en biberón o vaso y se lo tomaba como una ofensa al grito de «teta, teta».

No dudo que el BLW sea lo mejor, pero Tilde ha decidido que si ha de comer, será en casa, con la abuela y puré. Que si yo, su madre querida, está en el lugar, la teta será su único alimento.

Así que lo recomiendo, sí. Pero los caminos de la alimentación infantil a veces tienen cambios. Y aquí anda Tilde decidiendo lo que quiere, a mi pesar, sin perspectivas de cambio por el momento.

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